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RAUL, EL HOMBRE QUE ESCONDE EL GORDO MOLINA
¿Te gustaría conocer a Raúl, el ser humano que esconde “El Gordo” de Molina? Hoy en exclusiva para el BLOG de LOS ANGELES: "Nací en Cuba. Mi papá era Capitán de Marina de Guerra y cayó preso el año que yo nací, en el 59, cuando Fidel Castro llegó y nunca volví a verlo. Lo visité en la Prisión de Isla de Pinos en dos o tres ocasiones, con mi mamá... Él salió una vez como un mes y lo recuerdo sólo porque tengo un retrato de aquellos días con él en la playa… Pero en nada le acusaron de trabajar para la CIA y le volvieron a encerrar. Estuvo veintitrés años preso… Así que realmente nunca le conocí. Crecí en España con mi mamá y mis abuelos españoles."
RAUL, EL HOMBRE QUE ESCONDE EL GORDO MOLINA
"Me gradué de Arte y Fotografía en la Universidad de Fort Lauderdale y mi sueño era trabajar en un periódico. Comencé como "freelance" en el Associated Press en Miami. Viajé y cubrí todas las noticias importantes de los años ochenta, todo lo referente a la política, las crisis de guerra… También escribía bastante, porque en esos conflictos siempre llega antes el fotógrafo que el escritor, así que tenía que mandarlo yo todo, era también el reportero… Los golpes de estado en Haití, donde estuve al menos treinta veces, el golpe de estado en Trinidad y Tobago por los musulmanes, los huracanes que destruyeron Jamaica... Mi fascinación eran las noticias y nada anhelaba tanto como trabajar para un periódico, era mi gran sueño..."
RAUL, EL HOMBRE QUE ESCONDE EL GORDO MOLINA
"Mi abuelo español se enojaba muchísimo con mi mamá y con mi abuela, porque estaba consentidísimo: ¡A ver, ese niño, que le consienten todo y nunca va a llegar a ningún lado! ¡Miren como le dan de comer, un helado y otro helado…! –recuerda riendo-. Ella siempre le repetía a todo el mundo lo orgullosa que estaba de mí, que ya a los cinco años sabía pedir langosta a la catalana y comer con tres tenedores y tres cuchillos…"
RAUL, EL HOMBRE QUE ESCONDE EL GORDO MOLINA
"De mi infancia en España, y no lo digo porque tú seas española, guardo los mejores recuerdos de mi vida. Para mí era el paraíso. Viví en Madrid de los diez a los quince años. Estudié en el Colegio de los Agustinos en Padre Damián, hice grandes amigos, era socio del Bernabeu, salíamos a comer tres veces por semana... En verano, viajábamos a Europa. Fueron unos años muy felices."
Raúl de Molina es uno de los periodistas más queridos por la audiencia de la televisión en español en los Estados Unidos. El próximo septiembre su show junto a Lili Estefan, El Gordo y La Flaca, cumplirá diecinueve años en antena. Simpático y espontáneo, su peculiar humor al dar las noticias de la farándula le ha creado más de una controversia y algún que otro quebradero de cabeza, pero su carácter afable hace que termine siempre llevándose el gato al agua y todo se le perdona. O casi todo… Mi querido amigo colombiano Francisco Daza, uno de los hombres más encantadores e inteligentes que he conocido, siempre me ha hablado de “Raúl” con gran cariño e infinito respeto… Pensé, ¿cómo será «el Gordo» del que habla mi amigo? Y tal cual se lo dije a Raúl de Molina: “Quiero que me presentes al Raúl que Francisco conoce”. Y así fue como comenzó esta conversación un día nublado en Marina del Rey, en exclusiva para la familia del Blog de Los Ángeles (porque donde yo voy, vais todos conmigo), disfrutando en este pequeño puerto de L.A. de un vinito gallego, mientras deglutimos un delicioso plato de patatas fritas. Bueno, dos si he de ser sincera… Si nos hubieran grabado en cámara, habría que cambiar el nombre del show: se llamaría El Gordo y La Gorda… 🙂
– Raúl, ¿empezamos por el principio? ¿Cómo fue tu niñez?
– Nací en Cuba. Mi papá era Capitán de Marina de Guerra y cayó preso el año que yo nací, en el 59, cuando Fidel Castro llegó y nunca volví a verlo. Lo visité en la Prisión de Isla de Pinos en dos o tres ocasiones, con mi mamá… Él salió una vez como un mes y lo recuerdo sólo porque tengo un retrato de aquellos días con él en la playa… Pero en nada le acusaron de trabajar para la CIA y le volvieron a encerrar. Estuvo veintitrés años preso… Así que realmente nunca le conocí, crecí con mi mamá, mis abuelas y mi abuelo español.
– ¿Sufriste mucho por ello durante tu infancia?
– Sinceramente no, yo no conocía otra cosa. Mi madre fue mamá y papá a la vez. Cuando se llevaron a mi papá, ella tuvo la gran suerte de conseguir un trabajo en una embajada. Gracias a eso, logró meterme en un colegio privado donde iban los hijos de los diplomáticos. Así que, aunque había muchas carencias, yo tuve una infancia muy privilegiada que mucha gente a mi alrededor no tenía. ¿Sabes lo que era todo un lujo entonces? ¡Los chicles! Nadie tenía chicles porque llegaban de Estados Unidos, pero mi mamá los conseguía y nosotros les dábamos chicles a todos los niños del barrio.
– ¿Cuándo volviste a ver tu papá?
– Uff, yo ya tendría más de treinta años… Todavía vive en Miami y hablo con él todos los meses… Él rehizo su vida con una mujer que tenía dos hijos de otro matrimonio.
– Qué dura tuvo que ser la vida de tu mamá… Me hubiera encantado conocerla.
– Sí… Cuando encerraron a mi padre, ellos llevaban varios años de casados y yo, recién nacido… El régimen comunista terminó cerrando el colegio diplomático al que yo iba y mi mamá entendió que me tenía que llevar al público. Ella no quería bajo ningún concepto porque era donde adoctrinaban a los niños, así que se divorció para poder salir de Cuba y pidió que le transfieran a España para llevarme a mí a Madrid. Mi mamá consiguió un muy buen trabajo allá, porque además de español, hablaba inglés y francés. En aquella época en España estudiaban francés, así que nadie hablaba inglés… Vendió unas joyas cuando llegamos, que logró sacar de Cuba por valija diplomática, y entre eso, su trabajo y algo que heredó del abuelo de Galicia, pudimos vivir muy bien durante nuestra estancia en la madre patria.
– ¿Qué recuerdos guardas de tu vida en España?
– De mi infancia allí, y no lo digo porque tú seas española, guardo los mejores recuerdos de mi vida. Para mí era el paraíso. Viví en Madrid de los diez a los quince años… Estudiaba en el Colegio de los Agustinos en Padre Damián, hice grandes amigos, era socio del Bernabeu, salíamos a comer tres veces por semana… En verano, viajábamos a Europa. Fueron unos años muy felices.
– ¿Y cómo veías a tu mamá en aquel entonces?
– Mi mamá vivía para mí. Mi abuelo español se enojaba muchísimo con ella y con mi abuela, porque estaba consentidísimo: ¡A ver, ese niño, que le consienten todo y nunca va a llegar a ningún lado! ¡Miren como le dan de comer, un helado y otro helado…! –recuerda riendo-. Ella siempre le repetía a todo el mundo lo orgullosa que estaba de mí, que ya a los cinco años sabía pedir langosta a la catalana y comer con tres tenedores y tres cuchillos…
– jajaja Vamos, lo que se dice todo un señorito… ¿Qué soñabas con ser cuando eras niño?
– Un año nos fuimos de veraneo a Francia en un tour en autobús, salimos de Madrid y recorrimos todos los castillos del sur de Francia hasta llegar a París. Yo le dije a mi mamá que necesitaba una cámara para retratar todo eso. Tendría unos catorce años cuando ella me regaló mi primera cámara fotográfica de 35 milímetros y la fotografía me volvió loco, me cambió la vida… A mí me apasionaban las carreras de carros, de motos, y a todos lados iba ya con mi cámara y tomaba fotografías, hasta el día de hoy. Así que desde que la primera cámara cayó en mis manos, fui fotógrafo y es lo que siempre quise ser.
– ¿Por qué dejasteis España para mudaros a Estados Unidos?
– Porque mi abuela, la mamá de mi mamá, quería venir para acá porque tenía una hermana que estaba viviendo en Miami.
– ¿Te costó abandonar tu vida en Madrid?
– Mucho, yo no quería irme, me dio mucha pena, era muy feliz allí. Perdí a todos mis amigos, es lo que más me ha dolido… Pero en aquella época, no había ni celulares, ni Facebook, ni nada… Al principio nos escribimos algunas cartas, pero con el tiempo, perdimos todo el contacto… Por otro lado, viajar a Estados Unidos, era una aventura, me daba curiosidad pensar qué nos íbamos a encontrar.
– ¿Y qué te encontraste al aterrizar en Miami?
– Unos coches enormes, me impresionó el tamaño de los coches americanos de aquel entonces. Recuerdo la primera vez que aterricé en Miami como si fuera ayer mismo… -Recuerda unos momentos pensativo y sonríe-. Al salir de Madrid tomamos un taxi, de esos que antes eran negros con la banda roja… Como nos estábamos mudando, traíamos diez o quince maletas y tuvimos que agarrar dos taxis al aeropuerto. Nos preguntó el taxista que a dónde íbamos con tanta maleta, le dijimos que para Miami y recuerdo exactamente sus palabras: “¿Y a qué van? ¿A comer hamburguesas?”
– jajaja, estos españoles…
– Esa frase se me quedó grabada, nunca la olvidé. Total, que llegamos a Miami y nos vino a buscar un carro bien grande. Me volaba la cabeza que tuvieran aire acondicionado… Al día siguiente la amiga de mi mamá, la misma mujer que pasó por nosotros al aeropuerto, vino a buscarnos a casa y ¿sabes lo que nos dijo? –dice riendo- “Les voy a llevar a un lugar que se van a comer una hamburguesa grandísima”
– jajaja ¡Ya ves! El taxista español tenía razón después de todo…
– Al principio extrañaba mucho España, tuve que aprender inglés con dieciséis años, pero me fui adaptando… Tuve la gran suerte de que mi mamá consiguió el trabajo en los headquarters del Hotel Intercontinental para América Latina y nos mudamos cerca de la oficina a una casa con piscina. Eso sí que me hizo feliz, porque yo me la pasaba metido en la alberca el día entero… Ya en el colegio, me encargaron hacer hacer el year book en el colegio, así que tiré las fotos de toda la escuela. Comenzaron un periódico nuevo en la clase de español y me preguntaron que si quería ser el fotógrafo, quien casualmente se trató de Mario Rodríguez, quien llegaría a ser después presidente de programación de Univisión.
– Se ve que tu mamá fue una mujer increíble… ¿Cuál fue el mejor consejo que te dio?
– El de decir siempre la verdad y tratar a todo el mundo igual… Siempre me repitió esas dos cosas. Mi mamá fue todo para mí, mi mejor amiga, ella siempre trabajó muy duro para darme todo, entregó su vida por mí.
– Sé qué falleció hace unos años, tuvo que pegarte muy fuerte el perderla…
– Perderla fue muy duro para mí, ella era mi todo. Siempre hablaba con ella mínimo tres o cuatro veces al día… Batalló el cáncer durante doce años. La primera vez que le dio cáncer de seno, yo sólo rezaba a Dios que se salvara porque ella siempre había soñado con ir a China y nunca le había llevado. Así que yo juraba que le iba a regalar el mejor viaje y después ya no me importaría nada más, quería cumplir su sueño. Se recuperó y estuvo varios años de lo más bien, diez años viajando alrededor del mundo. Daba charlas acerca de la superación del cáncer de mama, y pese a todo lo que sabía y que daba formación acerca de eso, un día se puso muy enferma de dolor de espalda y no quiso ir al médico. No quería que le hicieran la prueba del MRI, porque no quería que le metieran en el tubo ese… Así que en vez de ir a sus médicos, iba a otros y ya cuando por fin entró en razón, ya era demasiado tarde, tenía cáncer de huesos extendido por todo el cuerpo… Si hubiera ido al médico cuando tenía que haber ido, todavía seguiría viva y tendría ahora ochenta y pico de años… Es, desde luego, la persona que más he querido en el mundo.
– Lo siento muchísimo…Cambiando de tercio y hablando de todo un poco, te confieso que a mí eso de que fueras paparazzi se me hace cuesta arriba…
– A ver, yo nunca quise ser paparazzi, a mí lo que me encantaban eran las noticias. Si vas a mi casa tengo CNN todo el día puesto… Y si hay breaking news, enciendo todas las televisiones y conecto también con BBC, Aljazeera, ¡todas! Me gradué de Arte y fotografía en la Universidad de Fort Lauderdale y mi sueño era trabajar en un periódico. Comencé como freelance en el Associated Press en Miami. Viajé y cubrí todas las noticias importantes de los años ochenta, todo lo referente a la política, las crisis de guerra… También escribía bastante, porque en esos conflictos siempre llega antes el fotógrafo que el escritor, así que tenía que mandarlo yo todo, era también el reportero… Los golpes de estado en Haití, donde estuve al menos treinta veces, el golpe de estado en Trinidad y Tobago por los musulmanes, los huracanes que destruyeron Jamaica… Mi fascinación eran las noticias y nada anhelaba tanto como trabajar para un periódico, era mi gran sueño… Por fin logré entrevistarme con USA Today, pero no me dieron el trabajo y, al final, gracias a mis fotos de A.P., me llamaron que había quedado finalista para ser el editor del Detroit News, que en aquella época era muy reconocido e importante, un gran periódico.
– ¿Cómo fue tu experiencia en Detroit?
– Me fui para allá emocionado, pero el contraste con la vida en Miami fue demasiado fuerte. Al caer la tarde, yo le preguntaba a mis compañeros, bueno y ¿qué hacemos esta noche? ¿salimos a comer? En Miami se hace esa vida y mi mayor problema allá era decidir dónde ir a cenar y, si no tenía dinero, pedírselo a mi mamá… -recuerda riendo-. En Detroit todo el mundo se iba a casa entre semana, todo el mundo tenía familia, al acabar la jornada laboral, todo estaba vacío y la gente desaparecía… Entonces me iba a mi departamento solo, porque no encontraba ni dónde comer afuera. Gracias a Dios, me di cuenta a las dos semanas que si cruzaba el túnel me iba derecho a Canadá y ahí ya sí, había gente, restaurantes abiertos, etc. Pero a las tres semanas, no podía más. Llegaron los jefes a decirme que estaban muy contentos con mi trabajo y que si me quería quedar, que el puesto era mío. Pero yo les dije la verdad: que me encantaba el trabajo, que me encantaba la ciudad, pero que ahí yo no iba a ser feliz. Así que me regresé a Miami. Todavía surgió otra oportunidad para irme a trabajar al Saint Paul Pioneer Press, en Minneapolis, Minnesota. Pero, sinceramente, después de mi experiencia en Detroit, no lo veía.
– ¿Fue ahí donde te tentó el mundo del entretenimiento?
– Regresé a Miami justo cuando comenzó el rodaje de Miami Vice, la serie que triunfó en el mundo entero y empezaron a venderse muy bien las fotos de los actores. Gracias a mi trabajo como fotógrafo en el Associated Press, mis fotos se vieron en Europa y me empezaron a contactar que sí del London Sun, The Mirror, National Enquirer… A mandarme al Caribe a cubrir los viajes de la Princesa Diana, el Príncipe Carlos, Sarah Ferguson, Carolina de Mónaco… No era necesariamente paparazzi de verdad. Mucha gente no sabe que, por ejemplo, con la Familia Real Británica, los de Scotland Yard nos pedían que les diéramos unos días tranquilos y el último día antes de irse, nos dejaban tomarles fotos. Así que estaba todo arreglado… Hacíamos las fotos un día y los otros diez, nos los pasábamos de vacaciones con todo pagado por los medios que nos mandaban. Era una maravilla. Después un escritor de Londres se mudó a Miami para trabajar como freelance en los medios de Londres, y me pedía que le acompañara en todos sus trabajos… Esos fueron mis trabajos como paparazzi. Así logré grandes fotos que fueron muy famosas y dieron la vuelta al mundo.
– Moralmente… ¿tú crees que esté bien ser paparazzi?
– ¡Pero si no se enteraban de que yo les estaba tomando las fotos!
– Jajaja, ¡por eso!
– La única diferencia con la actualidad, ¡es que ahora cualquiera puede ser paparazzi! Yo era fotógrafo de noticias, cubría noticias con imágenes de interés mundial, para eso había ido a la universidad…
– Yo no acabo de verlo bien. Entonces, para zanjar ese tema… ¿tú sí?
– No, si te entiendo… ¡Qué me vas a contar, si ahora me hacen la vida imposible a mí! Ahora yo, con una hija de dieciséis años, pienso las cosas tres veces antes de hacerlas. Antes no lo pensaba. Ahora sí entiendo y veo esa parte… El tiempo te da otra perspectiva de las cosas, verás… – continúa hablando mientras se asegura que el delicioso alvariño se mantiene fresco entre el hielo-. Hace muchos años estaba prácticamente viviendo en Panamá, de cuatro semanas, tres estaba allí bajo el mandato de Noriega cubriendo todos los tiroteos en la calle, con la balas silbándome en las orejas y jugándome la vida… Ahora, ¿yo haría eso? Por supuesto que no, también lo pensaría tres veces antes de hacerlo… Pero en aquellos momentos era joven, me encantaba mi trabajo y me divertía. Ahora las cosas han cambiado, yo tengo una hija que me vuelve loco, créeme cuando te digo que ella es peor que cualquier paparazzi… Tener un hija de dieciséis años hoy en día, con todo el ambiente de las redes sociales, es lo peor que te puede pasar, te vuelve loco. Los jóvenes hoy no dejan de meterse en problemas por todo eso.
– Dice alguien que corría por las calles en medio de los tiroteos… jaja. Háblame de tu hija.
– Es una niña muy buena, nos quiere mucho, nos cuida, se preocupa mucho por su mamá y por mí. Se llama Mía de Molina, la gente la conoce y la quiere, por dónde voy la gente me pregunta por ellas… ¿y dónde dejaste a Mía? ¿y a tu esposa?
– De tu hija, ¿qué te preocupa de cara al futuro?
– No me preocupa el futuro… ¡Me preocupa el ahora! Es un dolor de cabeza, las fiestas, que a dónde van, que a qué hora llegan… Eso me preocupa muchísimo, de verdad. Es muy buena y la quiero mucho. Pero en este momento es muy difícil vivir con los adolescentes en ciudades como L.A., New York o Miami, pendientes del social media, conociendo ahí a los amiguitos, todos compitiendo por ver quién tiene quién y qué… Antes no se veía todo eso… Ahora las marcas uno las vive todos las días. Tú puedes regalarle un avión, pero si no es el que ella quería, no lo usa. Tiene que ser exactamente lo que ella quiere.
– Vi un video en internet donde tu esposa decía que eres leal y noble. Tú ¿te ves así?
– Sí, yo quiero muchísimo a mi esposa y no la cambiaría por nada. Obviamente, trabajo en televisión y gasto bromas, que si me gusta ésta o aquella, pero es mi trabajo. I love my wife, llevamos más de veinte años juntos y la quiero muchísimo, de verdad.
– ¿Cuál es el secreto para mantener unido un matrimonio?
– Sinceramente, a mí no me preguntes porque no tengo ni la menor idea… El otro día, sin ir más lejos, me enojé muchísimo. Estaba trabajando en Sevilla y me puse enfermísimo, tenía una ataque de sinusitis que yo creía que me iba a morir… Y yo llamándole cada cinco minutos, pero en Miami ya era de noche y ella salió a cenar. Al día siguiente yo en el médico y ella sin llamarme aún. Luego me explicó que ya no me llamó porque con el cambio de horario pensó que yo estaría dormido… Pero a mí me molestó muchísimo eso… – dice enojado todavía y a mí me da risa verle tan serio.
– Es que, claro, acostumbrado a los mimos de tu mamá…
– ¿Ves? Ella, cuando me iba de viaje, siempre me llamaba siete veces, ¿qué tal?, ¿lo estás pasando bien? ¡Aprovecha a quedarte unos días más! En cambio, mi esposa: si vuelvo el día quince ¡hay que volver el día quince!
– jajaja, claro, porque es tu esposa, no tu mamá… Cuéntame, ¿cuáles son tus hobbies favoritos?
– El número uno, viajar. He tenido la suerte gracias a mi trabajo de poder hacerlo por todo el mundo, ya he recorrido alrededor de cien países. Conocer diferentes culturas me fascina, entender que aunque seamos tan distintos, hablemos diferentes idiomas y vivamos vidas tan diferentes, al final del día somos todos iguales. Es lo que más me gusta de mis viajes. No cambiaría vivir en Estados Unidos por nada, estoy muy agradecido por todo con este país… Pero reconozco que hay muchos lugares del mundo en los que se vive muy bien. Aquí tienes que trabajar todo el tiempo, tienes que hacer veinte cosas al día: más ganas, más quieres; más gastos, más tienes que seguir trabajando… Tú misma, que eres de España, sabes de qué te hablo. La gente allí sale de trabajar, se sienta en una terraza con un vinito y te pones a ver a la gente pasar, tres horas o cuatro. Hay mucha calidad de vida y se puede vivir muy bien por mucho menos. Aquí trabajamos como máquinas…
– ¿Cuál es tu lugar favorito del mundo?
– Muchos, me encanta Australia, Sidney es una ciudad espectacular, ya he estado tres veces… Thailandia, por el servicio y la amabilidad, Cabo en Sudáfrica, es extraordinaria. Pero el lugar que más me gusta del mundo es Hawaii, the Big Island.
– ¿Qué te resulta imprescindible a la hora de viajar?
– Alojarme en un buen hotel. Si no tengo un buen hotel, mi vacación no sirve.
– Me comentó Fran que tienes una colección de arte estupenda y que eres miembro del Art Basel en Miami…
– Me encanta, por eso estudié Arte en la universidad. Mi mamá siempre tuvo muchos cuadros de Cuba. Yo, a los diecisiete años, compré mi primera litografía. Empecé a coleccionar arte de artistas jóvenes cubanos, de los que viven en Miami, y después de los que exponían en México. Mi colección se fue haciendo más y más grande, mis gustos fueron evolucionando y empecé a comprar fotografías. En nuestro segundo viaje a China, en Shangai, me empezó a gustar el arte chino que antes para nada me había llamado la atención y comencé a comprar en Art Basel. En el New York Times, vi un artículo de Liu Bolin, famoso por fotografiar a modelos que pinta para camuflarlos en sus cuadros en distintos escenarios… Me encantó, tengo ya diez piezas suyas y él se hizo famosísimo y ya vende en el mundo entero… Después empecé a comprar obra también en Alemania, Francia…
– ¿Qué necesitas ver en un obra de arte para comprarla?
– Que me guste. Si no me gusta, no la compro, aunque me digan que es buena inversión. -Recuerda algo y continúa-: En el mundial en Sudáfrica, vi en una galería una foto de un hombre aguantando una hiena pintada de colores con una cadena… Me llamó mucho la atención y entré. Al parecer, el artista leyó la noticia de estos hombres que usan estas hienas para asaltar bancos en Nigeria. Y voló para verlos, tomó estas fotos con el teléfono y eran espectaculares. Yo compré dos fotos de la serie y una ya ha triplicado su precio. Así tengo varias cosas, que me interesaron, que me llamaron la atención por algo…
– Y para terminar, algo que me atañe y me da mucho que pensar a la hora de crear contenido y quería saber si tienes algún secreto al respecto… ¿Cómo logras aunar la audiencia del West Coast con el East Coast donde vives, siendo verdaderamente dos mundos diferentes en cuanto a gustos, música, culturas, etc.?
– Como tú bien sabes, es dificilísimo, son dos mundos completamente distintos… El secreto es conocer a tu audiencia y, hoy por hoy, la audiencia en español en Estados Unidos es 65% mexicana y sigue creciendo. Las demográficas continúan cambiando. En Nueva York, por ejemplo, donde antes eran todos dominicanos y puertorriqueños, hay ahora muchísimos mexicanos también.
Nos despedimos de este nuevo amigo del Blog de Los Ángeles, no sin antes desearle en esta semana del calendario un muy feliz cumpleaños. Gracias Señor Molina (y gracias, querido Fran) por acercarnos un poquito más a ese hombre, más bien a ese niño grande llamado Raúl, detrás de ese personaje televisivo de El Gordo y La Flaca. ¡Que sigan los éxitos!
Entrevista/Fotos: Nunu para NUNU PICTURES
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Agradecimientos especiales a Francisco Daza
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